Ahora hay un principito en mi reino

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domingo, 9 de octubre de 2011

La tumba de las luciernagas

Hace algún tiempo, mi buen amigo Goethe me recomendó una película, llamada la tumba de las luciérnagas, y por supuesto, tenia que caer en la tentación y ver esa obra de Gibli.


En principio vemos a una familia, con un padre ausente, debido a la guerra. La madre al parecer tiene un defecto en corazón, su mayor apoyo es su hijo mayor, que rondará los 12 años de edad. y cuida de su hermana pequeña, de unos 4 años.

Al parecer hay un bombardeo, del cual los niños salen bien librados, pero no así su progenitora, quien termina en el hospital inconsciente hasta que finalmente muere. Entonces el niño decide dos cosas, uno irse con su tía a otro pueblo y dos guardar el secreto de la muerte de su madre, por el bien de su hermanita.

En principio la tia los trata bien, hasta que se entera de que la madre de los niños, no vive más y bueno del padre no se sabe nada, ahi es donde empiezan a sufrir. Desde que el niño es un niño, y esta consagrado al cuidado de su hermana, la tía no los ve con buenos ojos, con lo que la dieta de estos niños decae radicalmente. Despues de decidir que no recibiran más malos tratos se independizan lo mejor que pueden.
Lamentablemente la hermanita en cuestión termina por enfermar, aparentemente por desnutrición grave.

Asi que el hermano mayor y protector decide sacar todo el dinero que les heredo su madre. Ya en el banco se entera de que la guerra terminó hace 15 días y que Japón se rindió. Con lo que llega la siguiente conclusión, el barco de su padre se ha hundido... y la razón por la que el buen señor no ha buscado a su familia es por que probablemente este muerto. Asi que lo único que le queda a este niño es su pequeña hermana.

Finalmente, la niña termina por fallecer a pesar de todos los esfuerzos de su hermano. Quién ya en ese estado de soledad no le queda nada por que vivir. Sale de lo que fuera su hogar, para pedir los artilugios necesarios para disponer de los restos de su pequeña hermana. Dichos artilugios consisten en una canasta, y carbón. Después de darle una última mirada, prende fuego a la canasta con los restos de su hermana. 
Y a falta de una urna, las cenizas de la niña terminan en lo que fuera una lata de dulces, que guardaron como recuerdo de los buenos tiempos, donde el azúcar no era un lujo, si no algo que cualquier niño podía tener.

Y así, con su lata de dulces, el niño se va de la casa... por alguna razón se quedó en la estación del metro, quizás con la vana esperanza de ver llegar su señor padre.








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